… algún que otro pensamiento comienza a insistir para que lo vuelque en un papel a modo de dejar constancia de las huellas. “Las cicatrices nos ayudan a saber que nuestro pasado fue real” y siempre es necesario saber qué cosas nos ayudan a seguir juntando fuerzas. Así que aquí voy de nuevo, en otro año que se va, a contar por dónde anduve.…
- No es para tanto… todavía que me queda el sabor amargo de lo que pudo ser y no fue. Pero como siempre, me quedo fascinado con la mitad del vaso lleno. Sé que he vivido cosas peores y las he soportado. Y no me estoy haciendo “el fuerte”, ni quiero aparentar que las cosas me dan lo mismo (nunca esa carta). Simplemente sé que puedo con ello: la herida se seca, se hace cascarita, y luego sólo queda la marca…
- Ese vacío que aparece cuando se deja de tener la compañía que elegimos me ha llegado. Ese vacío comenzó siendo intermitente hasta que se agotó, o me lo agotaron. No estoy reprochando, sino que dejo constancia que me falta algo. Tengo ese vacío que espera ser llenado de nuevo y espero…
- Mi familia: ¿encontraré palabras que puedan describir ese sentimiento?...
- Mis amigos: incondicionales, los que siempre encuentran la manera de “estar(me)”. Los que me leen y se interesan por lo que escribo. Ellos aprendieron a seguirme y conocerme a través de mis letras… “Los que nos quedamos” que ya han pasado todas mis barreras y me han hecho sucumbir a su cariño, que me enseñan cada día la importancia de no sentirme solo… “Las nuevas incorporaciones” entre los que gané una “hermandad” tan espontánea como necesaria.
A todos los invito a que el año que viene excavemos pequeños agujeros en el jardín con las uñas desnudas, y guardemos nuestros soldaditos de juguetes, muñecas, migas de bizcochitos, nuestras colecciones de estampillas, las de latas de gaseosas, las pestañas con las que siempre disputamos la “suerte”... y esperar en las tardecitas de lluvia, sentados a la ventana y empañándola con aliento a leche chocolatada, mientras hacemos fuerza para que algo (sin importarnos qué) empiece a germinar...
El año que viene llevemos un catálogo detallado al extremo de todas las risas en un “cuaderno gordo” (forrado con papel araña, les dejo el color a elección de cada uno). Escribamos cada una de ellas con el ceño fruncido, mordiendo la lengua como en una ardua tarea, y la misma caligrafía con la que escribimos por primera vez nuestro nombre en imprenta manuscrita...
El año que viene aunemos fuerzas e inteligencias e inventemos una maquinita llena de botonitos y manivelas que sirva para desempolvar todas las alegrías que pasamos por alto, y compacte todos los dolorcitos que a veces nos empañan, haciendo piedritas que dejaremos en el patio, para que los duendes que vigilen nuestra huerta sigan jugando a la rayuela sin que los encontremos.
El año que viene nos daremos cuenta, durante la segunda mitad del viaje, de lo ridículo que resultan todos los planes que trazamos... Lo bueno es que, dos minutos después, nos olvidaremos de lo que nos dimos cuenta, de la primera mitad del viaje y (OBVIO) de todos los planes que trazamos...
El año que viene tendremos, como todos los años, demasiadas cosas para hacer. Así que hagamos de cuenta que el año que viene ya empezó y se terminará cuando nosotros tengamos ganas que así sea.
Organicemos una hermosa expedición de 365 días y no nos olvidemos de lo más importante: el verdadero disfrute está en el viaje, no en el destino... vivamos cada momento como un brote del jardín que sembramos con nuestros tesoros; porque eso es lo que haré: sembrar momentos a ver si alguno me florece, y regar todos a menudo para que no se me sequen aquellos que florezcan.
Y me quedo esperando... porque, simplemente, tengo la certeza que hay un brote que va a florecer hasta reventar...
Felicidades en EXTRA BRUT. Y que tengan todos un GRAN AÑO.






