... y lo peor sería cerrar los ojos y las manos y el alma, dejar de creer.
Me saldrían llagas en la boca y en el pecho por no INTENTARME, lo más cercano a un suicidio.
Decir basta una mañana sería como talar un bosque, enterrar un jardín, dejarme abatir por el miedo a lo que sea, dejarme ganar por la pena cuando vale la pena, mantener las ventanas cerradas.
Contaminar mis noches y terminar durmiendo sin soñar, sería terrible que no aparezca. Sería terrible dejar de llorar (de alegría o de felicidad), de abrir las puertas para ir a jugar o espiar por la cerradura.
Que me venza la cordura y me inmovilice... Que se apaguen mis luces.
Esto tiene que ver conmigo, con mi costumbre de despertarme, de sentirme estrella y de reír en cada una de ellas... De querer llenar el cielo porque sé que en ese INTENTO estoy más cerca... y a veces es bueno llorar cuando el dolor del corazón es muy fuerte.
Todo esto no me es ni nuevo ni viejo, es natural, es la vida y su encanto.
... y mi necesidad de mantenerme vivo, como un fuego, como un sueño...
(... aún sin cerrar mi ojos).

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