lunes, 6 de mayo de 2024

hace tiempo...

 … Hace rato que no hablamos...

A veces viene alguien y me pregunta de vos. Le cuento que estás bien, supongo... al menos por lo poco que veo entre fotos y publicaciones… 

Y sonrío, tranquilo... en paz.

Hace rato que liberé todos los fantasmas que habías dejado en mi interior. Y al caer la noche ya no tengo mi monólogo interior ni lo encuentro dialogando con vos en mi cabeza. Ya el diálogo dejó de ser discusión. Ya dejé de echarte en cara las cosas. Ya te pedí perdón por las que hice...

He aprendido dos cosas: que por muchas razones que tengamos, nunca tendremos la razón. La verdad no es de nadie. Quiero decir que la verdad no pertenece a nadie, que ella, como sinónimo de la realidad, se nos impone a todos. Somos muy tontos los seres humanos. Nos cuesta asumir que ha pasado lo que ha pasado. Cerramos los ojos. Deseamos que nuestro amor sea tan grande que lo haga desaparecer. O buscamos evadir para procurar olvidarlo.

Nada sirve. La verdad, la única manera de enfrentarla, es asumirla. Por dolorosa o triste que sea.

La segunda cosa que aprendí es que por las puertas que dejamos abiertas, y que son necesarias, podría entrar cualquiera.

Eso asusta.

Nosotros quisiéramos a veces que fuera el mismo renovado. Pero a lo mejor entra otra persona. Y sólo puedo darte un consejo: dejalo.

Dejá que entre cualquiera por las puertas que dejás abiertas en tu vida con alegría. Que hay cosas de la piel que sólo se arreglan con otra piel. Que quien no nos conoce nos lava las heridas y nos da oportunidades. Merthiolate para el alma... del que no pica.

Y al cabo, como no hay dos sin tres, quizá he aprendido otra cosa: todos, hasta el más miserable, somos más que cicatrices.

Que no es cuestión de esconderlas, pero también hay regiones en nuestro corazón que son anchas praderas de hierba blanda donde acostarse a mirar el cielo y compartir la vida.

Yo ya estoy en eso…

Tratando de estar en paz. 


… y vos sabés de mí.

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