... y fue abrir los ojos y encontrarme con mamá... Encontrarme con papá... Mis amigos... Mis afectos...
Y no entender qué había pasado, ni entender qué estaba pasando.
Y todos preguntando y hablando de "qué bárbaro"... "No se sabe nada"... "No hay testigos"...
Escuchando todo lo que estaba sucediendo en el mismo lugar en donde yo pude quedarme. Escuchando siempre el desastre que era la ciudad, el caos en que se había convertido.
Todos hablando de lo fuerte que soy, que "menos mal que eso"... Que "menos mal que aquello"... Que "menos mal"... Que cómo aguanté tanto tiempo en esas condiciones... Que qué aferró a la vida...
Hablaban entre ellos. Yo los escuchaba...
En mí, lo poco que quedaba de recuerdo (y lo poco que aún me queda de esa nochecita) no me deja engañarme: yo ya no estaba luchando. Dios me mostró la muerte, y me tranquilizó.
Si estoy vivo es gracias a "alguien" de quién nunca sabré el nombre, y del que estaré ETERNAMENTE agradecido.
Y a ese "alguien" se sumó Gabriel (me susurró su nombre al oído). Sólo me dijo que me calme, que él se quedaba a mi lado...
Estoy cada día más seguro que eso tuvo que ver con que hoy pueda escribir esto.
Tal vez él desobedeció a Dios y hoy estoy vivo.
(Y aunque no sé si fue real, se sintió de esa manera y me gusta sentirlo así...)

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