Durante los dos equinoccios que se producen en el año, el Sol se encuentra a igual posición de los polos causando que se tenga la misma cantidad de día, que de noche. (De aquí la palabra Equinoccio que proviene del latín y significa "noche igual").
Si hasta coincidimos en tener al otoño como nuestra estación preferida del año. Comencemos entonces…
Dejemos que el verano se lleve las olas que revientan contra las piedras y dejemos los barcos encallados en los cuerpos que nos son ajenos. Que caminen nuestros verbos sobre las hojas (con o sin renglones). Enhebremos la arena de la playa para poder coserla con las olas, para que no se borren nuestras huellas sino que el mar las lleve puesta.
Desvistámonos del verano que nos encontró separados y con cada hoja que se tiñe preparemos los ropajes de los nuevos sueños que inventemos. Que no nos quede el resto débil que habita la porción del olvido.
(Me tocaste fondo y caí profundamente en vos).
Dibujemos cómo desde las aguas de las lágrimas del verano nace el sol de este “nuestro” otoño. Que nos laven los hilos largos de la lluvia y nos canten los pájaros felices de ser músicos.
Sepamos que algo nos crece...

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